Blog | Periodista y cocinera

Esos (tremendos) detalles de boda

noviosLa gente se sigue casando, es una realidad. Ni la crisis ni el desánimo general consiguen doblegar un rito que tiene mucho más de espectáculo que de otra cosa y que perpetúa algunas horteradas que, eso sí, cuestan un riñón. Con todo, me parecen aún más artificiales y sin sentido algunas comuniones, como bodas en miniatura. Pero lo cierto es que las bodas pequeñitas, donde todo el mundo se conoce y no hace falta ir envarado todo el día, pueden resultar fiestas divertidas, con su puntito de emoción incluido.

Las bodas traen aparejados cientos de detalles a los que hay que estar atentos. Supongo que por eso se preparan con tantos meses de antelación, aunque siempre a última hora algo no está en su sitio, llueve a mares o alguien se olvida de los anillos. Es la Ley de Murphi. En la planificación conviene pensar en que desde el vestido de la novia, al ramo, la música o el menú guarden un poquito de relación con la personalidad de los contrayentes, porque si no se puede caer muy fácilmente en la impostura. En este sentido, los detalles escogidos como recuerdo de boda para los invitados suelen decir mucho de quienes se casan.

Hubo un momento que añoré las bolsitas de peladillas o los bombones, regalos perecederos que no había que guardar en ningún sitio. Que dé un paso al frente quien no haya tirado después de muchos años acumulando polvo aquella miniatura de porcelana con los datos de una boda que ya ni nos suena. La fiebre de la originalidad ha hecho mucho daño al muestrario de recuerdos 'bodiles': bolígrafos, abanicos, pai-pais, pulseras, broches, dedales, cajitas, joyeros, cactus, jabones, velas perfumadas, flores secas, llaveros, toallitas, espejos, manteles, pendrive, abridores de cartas y demás elenco, todo ello debidamente personalizado. En todo hay grados, claro está, los ha habido más bonitos y más feos, pero lo cierto es que este tipo de regalos acaba casi siempre en el cajón.

regalo bodaMis preferidos son los detalles gastronómicos. El primero que recibí, además de peladillas y bombones, fue hace vino bodamuchos años en una boda en Zaragoza, donde los novios nos obsequiaron con una botellita de aceite de oliva de una almazara turolense. Después vinieron otros, como vino, galletas, mermeladas o licores. Es una forma estupenda de quedar bien y de homenajear a los productos que uno tiene en su tierra. Los últimos regalos recibidos han sido este mismo fin de semana, en una pequeña gran boda celebrada en un pueblito soriano. Los detalles para ellas: dos preciosos tarritos con mermelada de boletus y crema de queso trufada, de una marca soriana que ha entendido lo importante que es el diseño, Mykés; para ellos, una botella en miniatura de Marqués de Cáceres. Estupendos. En unos días abriremos el vino y brindaremos por la salud de los novios. ¡Qué mejor recuerdo que las experiencias vividas!

Me pregunto cuándo se comercializarán en Soria pequeñas latas de mantequilla para este tipo de eventos, mantenidas en frío hasta la despedida. Triunfarían.

(Con todo mi cariño para Pedro y Elena)