Llevaba algún tiempo sin añadir ninguna muesca a este reto, algo más de tres meses. Han influido, como parte número uno, algunos viajes que he realizado en este tiempo fuera de España. Y, como parte dos, una fascitis plantar que me tiene aburrido me ha impedido desde el pasado mes de septiembre planear alguna escapada de un par de días o tres para seguir tachando cimas. Pensaba que los dolores se irían pasando, pero aquí siguen.
Desde que comenzó esta aventura en 2013, y con la única excepción de 2014 (Ecuador y el Cotopaxi tuvieron la culpa), una tradición innegociable ha sido realizar alguna excursión navideña para subir montañas. Esa tradición nos ha llevado generalmente al sur, salvo el año pasado que fuimos a Picos de Europa a hacer la Morra de Lechugales, aunque al final la tuvimos que aplazar a verano.
Para este 2019, y aunque todavía no estoy recuperado del pie, decidí participar un año más en el viaje navideño. Lo hemos hecho cerca, a Navarra, y ahora ya puedo decir que solo quedan cinco de las 68 cimas, después de haber hollado esta mañana una de las montañas más 'montaña' de la Comunidad Foral, el Beriain o San Donato, la cima más elevada de la preciosa e imponente Sierra de Andía y el lugar con mayor prominencia de toda Navarra con casi 900 metros.
Hoy hemos
podido comprobar sobre el terreno lo que ya habíamos leído, que el Beriain es
una de las montañas más frecuentadas por los navarros y, por cercanía, los
vascos. Las vacaciones navideñas han propiciado que hoy nos hayamos encontrado
con bastantes personas tanto en el trayecto como en la cima, aunque muy lejos
de poder decir que estaba masificada. Me imagino que el fin de semana o los días
de verano sí habrá mucho más público cresteando por esta gran loma entre
herbosa y rocosa de Andía.
Hay varias
opciones para subir al Beriain. Nosotros, como es habitual, hemos elegido una
de las normales, aunque supongo que algún día tendremos que regresar para afrontar
la grieta de Ihurbain.
A las 6.45 de la mañana hemos quedado en Soria, en la gasolinera del San Andrés. Cristina, Félix, José Vicente y yo hemos subido en la furgoneta de alquiler. En el bar de la gasolinera estaban José Luis, Mari, Roberto y Sergio. Tras un café rápido, hemos salido hasta nuestro punto de salida de la ruta, Unanua o Unanu. En total, ocho personas.
Desde
Unanua hay una pista por la que se puede avanzar algo más en coche, casi un par
de kilómetros. Nosotros, con la furgoneta, hemos estimado preferible aparcar
justo a la salida del pueblo.
Tampoco
viene mal, porque de este modo ese primer tramo de dos kilómetros se realiza
por esa pista, ganando con suavidad los primeros metros de desnivel.
Ya desde el inicio de la marcha, a nuestra izquierda y de frente, vamos viendo allá muy arriba la gran Proa de San Donato, así que sabemos que pronto tendremos que abandonar esa pista.
Si nadie
sabe el camino o nadie lleva la ruta grabada, algo que en estos tiempos ya
parece improbable, hay que tener cuidado de buscar a la izquierda una senda,
marcada con un hito de mediana altura.
En ese
punto empieza lo que sabíamos que nos esperaba, una gran cuesta arriba que
iremos afrontando despacio antes de llegar a la loma cimera.
Lo que no
esperábamos era el tipo de terreno por el que iríamos avanzando: mucho barro,
piedras puntiagudas, modestos regatos formados por las últimas lluvias... Ahí
empezamos a decidir que bajar por ese mismo camino sería sinónimo de andar todo
el rato resbalándonos y, seguramente, cayéndonos.
A mitad de
subida, justo después de encontrarnos un par de trabajadores tratando de
arreglar una especie de fuente, hay que hacer otro breve giro a la izquierda
para encarar el tramo final. El desnivel es el mismo o incluso superior pero, a
cambio, el terreno ya no resbala. En ese momento nos planteamos, a la bajada,
acercarnos a conocer una altísima cascada que vemos a nuestra izquierda, justo
en el morro de la sierra: al final lo descartamos y nos conformamos con verla
desde donde estábamos.
Despacio y
sin más pausas que las necesarias, llegamos a la planicie. El desnivel está
salvado, y ahora la única mala noticia es que el espléndido sol que nos
marcaban las previsiones no está por ningún lado. Solo hay niebla, así que nos
perdemos esas impresionantes vistas de los valles, los Pirineos, nuestro
Moncayo...
En breves minutos llegamos a la ermita de San Donato y San Cayetano, ermita que nos depara una gran alegría. El edificio está dividido en dos. Por un lado, la capilla dedicada a estos dos santos. Por otro, un refugio muy cuidado, con un par de mesas de piedra y bancadas del mismo material a ambos lados.
Eso nos ha
ahorrado pasar penurias para comernos los bocadillos, porque la niebla, la
altitud y el hecho de que estamos en pleno invierno ya habían conseguido bajar
la sensación térmica varios grados, lo que notábamos sobre todo en nuestras
manos.
En la media
hora o más que hemos permanecido en el refugio-ermita hemos compartido el
espacio con otros varios montañeros. A uno de ellos le hemos engañado para salir
a hacernos la fotografía de los ocho en la cima. La ermita está a menos de un
minuto del vértice geodésico, en el que hemos vuelto a desplegar la bandera de
Soria que también lleva ya unas cuantas cimas con nosotros.
En el rato
de la ermita hemos tomado la decisión de hacer el regreso por un camino mucho
más largo (catorce kilómetros frente a los seis de la subida), motivados por
tres razones: la ausencia de prisa, el deseo de hacer la ruta circular para
conocer más lugares y lo peligrosa que intuíamos estaría la bajada.
Este otro
camino de regreso implica desandar unos pocos metros hasta la ermita y, desde
allí, seguir avanzando en el mismo sentido que traíamos, dejando a nuestra
derecha unos farallones altísimos y completamente verticales.
Para salvarlos hemos tenido que andar cinco kilómetros en la dirección opuesta hacia Unanua, pero al menos el camino era bueno. Pasados esos cinco kilómetros, el mismo camino hace un giro de herradura de 180 grados para ir, ahora ya sí, en línea recta hacia donde teníamos el coche, dejando nuevamente los grandes cortados rocosos a nuestra derecha, pero ahora muchos metros por encima de nosotros.
Este tramo final empieza por un valle verdísimo y continúa por un hayedo espectacular. En esta parte del camino hemos visto la única señal de que estábamos en el Parque Natural de Urbasa-Andía. Después de algo más de una hora de caminata bajo la montaña, nos hemos reencontrado con el camino de subida. Desde ahí hasta la furgoneta ya han sido apenas diez minutos más.
Nos vamos encantados con la caminata, por cómo ha respondido el pie (lejos del cien por cien) y porque la distancia entre San Donato y Soria nos permitirá regresar un día en el que sepamos a ciencia cierta que vamos a subir sin niebla. Además, hay compañeros que han estado a punto de venir y que no han podido al final. Intentaremos volver con ellos.
Esta vez, nuestro campo base lo hemos situado en Irurzun, donde hemos vivido un reencuentro soriano con el exnumantino Txomin Nagore, cuyo hotel nos ha servido de alojamiento durante nuestra estancia en tierras navarras.
Dejamos para 2020 las cinco últimas montañas. Estamos en plazo.
Punto de salida: Unanu o Unanua, a
unos metros del pueblo.
Distancia: Nos ha salido una ruta curiosa de unos 20 kilómetros, seis de subida y catorce de bajada.
Desnivel: Unos 900 metros
positivos. La ida es casi enteramente cuesta arriba salvo una pequeña bajada en
la cresta.
Cuánto se tarda: De furgoneta a
furgoneta nos han salido seis horas.
Explícame cómo se sube sin literatura: Aparcas en el camino que sale de Unanua hacia la montaña. Sigues dos kilómetros por esa pista, apta para coches. Hay que estar atento para ver cuándo hay que girar la izquierda por una estrecha senda. Está marcada por un hito. A partir de ahí, sin pérdida, solo hay que salvar el fuerte desnivel hasta llegar a la loma. Para llegar a la cima del Beriain hay que andar unos cuantos minutos hacia la derecha.