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Canciones para relajar la raja

La música consigue lo que prácticamente ningún ser humano puede: que me calme.

Porque todos tenemos los típicos días imbéciles en los que ni nos entendemos ni nos hacemos entender. Esos en los que tienes calcetines en las manos, aletas en los pies y un zapato en la boca; esos. El típico día tonto, vamos.

Porque nunca he llegado a odiar la música, por mucho que escuche, o por mucho que toque; porque no se deja odiar, porque no puedo odiarla. Da igual cuánto me sature, a los 5 minutos ya estoy volviendo para curarme en un acorde familiar o una melodía escurridiza.

Melodía escurridiza, vaya dos palabras tan hechas para estar juntas.

La semana pasada la quise mucho y muchas veces, y me ha gustado querer tanto a la música como para saturarme un poco. Porque luego no estoy saturado, solo tengo más hueco y más necesidad de ella; necesidad que se transforma en suficiencia porque yo soy ella y ella es yo.

Igual la cosa va un poco por ahí… bah, paso de pensarlo, que luego se mata la magia y se pone todo perdido de sangre.

¡Buen domingo!