El TSJCyL deja sin efecto los delitos de coacciones y amenazas para los cuatro condenados

Ha estimado parte de los recursos de apelación planteados por cuatro condenados por la Audiencia Provincial de Soria, manteniendo el delito de detención ilegal

La Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León ha estimado parte de los recursos de apelación planteados por cuatro condenados por la Audiencia Provincial de Soria el 11 de marzo de 2019, dejando sin efecto los delitos de coacciones y amenazas y manteniendo el delito de detención ilegal.

La resolución mantiene la condena de tres años de cárcel para cada uno de los cuatro acusados por el delito de detención ilegal, así como la inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de condena y la prohibición de acercarse a menos de 500 metros de las dos personas denunciantes durante cinco años.

La Audiencia Provincial de Soria condenó el pasado mes de marzo  a un total de 31 años y nueve meses de prisión, además de a otras multas, a cuatro acusados, tres varones y una mujer, por una serie de delitos de detención ilegal, amenazas, coacciones, robo con intimidación, uno leve de lesiones, atentado a agentes de la autoridad y cuatro leves de lesiones, por una serie de hechos sucedidos el 31 de marzo de 2018.

Antecedentes

Ese día, sobre la una de la madrugada, los cuatro acusados acuden en el coche de la abuela de la acusada al domicilio de la víctima, un varón que en ese momento llegaba a casa en compañía de su cuñado. Los acusados abordan a la víctima exigiéndoles que les devolviera la moto de la acusada, que había sido sustraída. La víctima les explica que no sabe nada de la moto e, instado por los acusados, les muestra su cochera, situada a pie de calle y sin el vehículo buscado.

Los acusados persisten en su conducta y uno de ellos le da un puñetazo en la cara. Lo meten en la parte trasera de un coche de tres puertas acompañado por dos de los acusados, y le dicen que van a pasar toda la noche buscando la moto. El copiloto, mientras, aparca el coche de la víctima y le da las llaves al cuñado, sentándose al volante la acusada.

Las cinco personas llegan a una cochera comunitaria, done residen la acusada y su familia. Bajan todos del coche y le insisten a la víctima para que les diga dónde está la moto, con expresiones como «Te vamos a romper las piernas, nos da igual cavar toda la noche” y “que si no aparecía la moto iba a salir con los

pies por delante».

En esos instantes, la acusada se ausenta y regresa a los pocos minutos con una pistola que a la víctima le parece real. Ella le apunta mientras le dice «que te piensas que soy yo, que te puedo pegar dos tiros y ya está».

 

Ante las negativas de la víctima, los cuatro acusados cambian de coche y piloto y copiloto cambian sus papeles. Acuden entonces a una cochera en la calle Mártires de la Independencia, propiedad de un conocido de la víctima. Cogen un cincel y una maza para que la víctima pudiera forzar la puerta.

Aparcan a 50 metros de la cochera y, mientras tres acusados permanecen en el vehículo, la víctima y el cuarto acusado se dirigen a ella. La víctima comienza a golpear la puerta de la cochera con maza y cincel, pero no en el bombín sino en la misma puerta, para hacer mucho ruido e intentar que algún vecino se percatara.

Como ello no sucedía, la víctima dice al acusado que le acompañaba que, para levantar menos sospechas, se dirigiera él también al coche para que le esperaran los cuatro allí. El acusado, en previsión de una posible escapada, le pide el DNI y el teléfono móvil. Además, se queda su cartera, con más documentación y 100 euros.

Escapada de la víctima

Cuando este acusado se encuentra a una distancia de 10 o 20 metros, la víctima arroja al suelo cincel y maza y sale corriendo hacia la Comisaría Nacional de Policía atravesando la Dehesa, mientras el vehículo con los cuatro acusados le perseguía. La víctima llega a la Comisaría a las 2.26 de la madrugada en estado de gran alteración y avisa del coche que le está siguiendo.

La Policía observa el coche que huye y se dirige a la cochera que había sido intentada forzar, donde encuentran el cincel y la maza. El acusado reclama también por las lesiones en la cara, curadas a base de ocho días de analgésicos y sin secuelas.

El 5 de abril son hallados los dos vehículos en los que habían actuado los acusados.

Uno de los acusados, al ser detenido por cuatro agentes de la Policía Nacional en su domicilio, les recibió con expresiones como «no sabéis quién soy yo, si quiero os mato, hijos de puta» y «me estáis jodiendo la vida, yo no tenga nada que perder, imbéciles». En ese momento, se abalanza sobre un policía al que hace caer por las escaleras, arrastrando en su caída a un compañero. Los otros dos agentes intentan reducir al acusado, lo que consiguen con la ayuda de los dos que había caído por las escaleras. El el forcejeo, todavía dio varias patadas y puñetazos a los cuatro efectivos policiales.

En el trayecto a dependencias policiales, el acusado siguió profiriendo gritos como «os voy a matar a todos, hijos de puta».

Tres de los acusados permanecen en prisión provisional desde el 2 de abril de 2018 y el cuarto, desde el 25 de mayo. Dos de ellos eran consumidores habituales de cannabis, sin que constara el grado de drogodependencia ni si tenían afectadas en ese momento sus capacidades volitivas o cognitivas. Un tercero se encontraba en tratamiento de deshabituación ambulatoria desde 2014, con escasa evolución en las fechas próximas a los hechos valorándose su ingreso en comunidad terapéutica por adicción a cocaína, cannabis y alcohol.

El cuarto acusado, el causante de los daños a agentes policiales, del puñetazo a la víctima y de la apropiación de cartera y móvil de la víctima, ha participado en la prisión en el programa de atención a personas con inadecuada gestión de adicciones, sin tener constancia de que el día de los hechos tuviera afectadas sus capacidades.

En los fundamentos de derecho, por un lado, se da cuenta de la actuación del cuñado que, al ver cómo golpeaban a la víctima, intentó mediar sin resultado. Cuando se llevaron a su cuñado en el coche, él entró al suyo y permaneció en él dos horas, de 1.00 a 3.00 de la madrugada, como consecuencia del estado de shock al no estar acostumbrado a estas situaciones. No quiso entrar a casa, donde se encontraba su hermana y mujer de la víctima, ya que se encontraba embarazada y no sabía cómo podía afectarle en ese estado.

Por otro lado, esos fundamentos demuestran que la víctima en ningún momento acompañó de manera voluntaria a los cuatro acusados durante aquella noche, como ellos pretendían. En ese lapso de tiempo, la víctima se dirigió por teléfono con un amigo, escuchando la conversación los acusados pero con la intención de escapar, cosa que logró finalmente en la cochera, como corroboró un vecino que le vio correr y que escuchó que le gritaban «Ven aquí».