La España que agoniza por la despoblación sale del olvido en el libro 'Los últimos'

El libro 'Los últimos', escrito por el periodista Paco Cerdà y publicado por la editorial Pepitas de Calabaza, recorre la región más extrema y vacía de Europa para dar voz a medio centenar de sus habitantes y retratar la crítica situación de abandono que amenaza con extinguir esta España montañosa, fría y rural. En este libro hay un espacio dedicado a la provincia de Soria, con sus 183 municipios enclavados en la Laponia del Sur, con solo 91.006 habitantes y una densidad de 8,84 hab/km2. La media española es de 92 hab/km2. Datos ofrecidos por el autor en el momento en el que escribió el libro.

La España de las grandes ciudades y el potente entramado rural esconde en su interior un área única por el elevadísimo grado de despoblación que la azota. La llamada Laponia del sur o Serranía Celtibérica es un territorio montañoso y frío con 1.355 pueblos que se extiende por diez provincias: Soria, Teruel, Guadalajara, Cuenca, Valencia, Castelló, Zaragoza, Burgos, Segovia y La Rioja. Su tamaño dobla a Bélgica y triplica a Eslovenia pese a reunir únicamente a medio millón de habitantes. Su densidad de población es de solo 7,3 habitantes por kilómetro cuadrado. Son menos de ocho personas por cada 140 campos de fútbol: un nivel dos mil veces inferior al de Barcelona. Aparte de la gélida Laponia boreal, no hay un lugar tan extremo y vacío en toda Europa.

Primeras páginas

El libro 'Los últimos. Voces de la Laponia española (Pepitas de Calabaza ed.)', escrito por el periodista Paco Cerdà, narra un periplo invernal de 2.500 kilómetros en busca de las palabras y los silencios de esta España carcomida por un fenómeno bautizado como demotanasia: la desaparición lenta y silenciosa de la población y su cultura. Esta crónica de largo aliento relata la vida de los otros, los que se quedaron descolgados de un país urbanizado a gran velocidad que ha olvidado sus orígenes rurales. Un país en el que languidecen 4.933 pueblos de menos de mil habitantes cuya suma apenas representa el 3 % de la población total española.

Una mirada periodística y humana rastrea el interior de esta nada demográfica habitada por los últimos de un mundo en extinción. Los cuatro quijotes que viven sin electricidad y aislados por la nieve en la aldea riojana de El Collado. Las vidas de Matías o Faustino, únicos habitantes de sus pedanías en Guadalajara. Las reflexiones acerca del silencio que comparte el prior de la abadía burgalesa de Santo Domingo de Silos. Los 'maquis' rurales del interior valenciano, un Far West muy alejado del Levante feliz. El vagar en la última categoría regional de un humilde equipo de fútbol de Cuenca con pasado esplendoroso. Una incursión, con el ocaso de la trashumancia de fondo, por las Tierras Altas de Soria, más extensas que Madrid pero con una población que cabe sentada en el Teatro Real. El cierre en Zaragoza de la escuela rural de Moros con el testimonio de su maestro y sus cuatro últimos alumnos. El activismo contra la despoblación de Teruel Existe y del proyecto Serranía Celtibérica. La experiencia real, sin bucolismos, de un grupo de neorrurales asentados en el Nordeste segoviano. La visita a una aldea de Castelló abandonada hace un cuarto de siglo de la mano de una de sus antiguas habitantes.

En Soria, el autor va en busca de las Tierras Altas. "Tierras pobres, tierras tristes, tan tristes que tienen alma, dijo Machado después de recorrer los interiores de Soria. Paisajes fríos en su natural desnudez, henchidos de una soledad que hiela y un silencio que congela. Era 1910. Por entonces, toda la provincia soriana que sedujo e inspiró al poeta tenía 162.000 habitantes. Las almas sorianas han caído a 92.000. Sólo once de sus 183 municipios superan el millar de habitantes. El segundo más grande, Almazán, ni siquiera llega a los seis mil censados. Seis de cada diez pueblos sorianos no alcanzan ya los cien vecinos empadronados, y eso que los números hinchan la esmirriada realidad. Se ha producido un éxodo cuyo lento y callado goteo pretende disfrazar los ropajes de la epidemia. Ha acontecido un vaciamiento humano cuyo principal agujero negro tiene nombre machadiano: Tierras Altas. Son pobres, tristes y con alma, cómo si no siendo altas". Una excursión de la mano de la etnóloga y escritora Isabel Goig lleva hasta San Pedro Manrique, a los pueblos deshabitados de Sarnago y Aldealcardo, o al diminuto Bretún para conocer las historias de sus vecinos.

Aparte de documentar los estragos de la despoblación en esta mancha semivacía del mapa, que concentra la mitad de los pueblos españoles con menos de cien vecinos, Los últimos reflexiona acerca de la soledad, el silencio, la capacidad de resistencia y lucha ante las desigualdades. Contrapone ejemplos de idealismo y resignación, de conformismo y miedo, de utopía y desafío al capitalismo desbocado. Sus testimonios dan cuenta del compromiso con una cultura y una tierra, y reflejan la valentía y el desgaste de seguir caminos alternativos a la masa. Habla también de los recuerdos, de la nostalgia y de la extinción materializada o en ciernes de una población y una cultura, de una forma de vida que agota sus últimas bocanadas ante la pasividad institucional.

Una idea acompaña este viaje solitario por la Ruta 66 de la despoblación española: "En el sistema imperante, el del capitalismo feroz, el que no consume está muerto; el que no produce está muerto; y el que ni consume ni produce, y además genera gasto, está triplemente muerto. Aunque haya muertos que se resistan a ser enterrados antes de hora".

"Vine a Motos porque me dijeron que acá vivía un solo habitante, un tal Matías López. Vine a buscar la zona cero de la despoblación, el punto justo donde el tumor de la soledad se transmuta en metástasis extrema de la desolación. Vine un domingo a mediodía buscando a un pastor soltero llamado Matías. Pero no hallé más que silencio y soledad. No encontré otra cosa que un no-lugar en un no-tiempo, una encrucijada geográfica y mental alejada de toda coordenada conocida".

Así comienza este gran reportaje en el que medio centenar de moradores de la Laponia española muestran sus vidas, en ocasiones bañadas de realismo mágico por el carácter extraordinario de las circunstancias que las rodean. Por sus páginas se oyen ecos literarios de Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Henry D. Thoreau, Franz Kafka, Julio Llamazares, Luis Mateo Díez, Miguel Hernández o Antonio Machado.

" [...] El silencio nos recibe. La desolación nos rodea. La belleza de la despoblación se despliega con toda su fuerza. Parece una contradicción, una paradoja. Pero es una innegable sensación de placer estético y sentimental que, a un tiempo, inocula el sentido de culpa en quien la experimenta. Nadie debería gozar de la catástrofe etnológica, de la muerte de un pueblo y de su reducción a evocadoras ruinas. No debería uno permitirse el lujo inhumano de sentir regocijo visual de un silencio que es enmudecimiento forzoso, de una paz que es el resultado de una guerra perdida, de una melancolía ajena que no fue más que bilis negra sin ápice de encanto ni atractivo sensorial en quien la padeció en sus entrañas. Nunca la fascinación romántica por el tempus fugit de un pueblo, jamás la decadencia con rastro de muerte civilizatoria debería —por muchas teorías sobre lo bello y lo sublime— conmover nuestro espíritu con fruición y deleite. Uno no debería. Y sin embargo resulta imposible detraerse a la contemplación de esta cruda belleza. [...] ".

«Hay libros que a uno le gustaría haber escrito y este es uno de ellos. Los últimos es un viaje al corazón de las tinieblas, solo que a las tinieblas del corazón de España».— Julio Llamazares.

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